miércoles, 13 de abril de 2011

Escrito por: Brayan Hurtado

La luz del alba se coló en sus pupilas como flechas arrojadas por un fino arquero. El anuncio perfecto de un día fantástico se le había manifestado. Jackson salió presuroso de su habitación y hablando a borbotones le dijo a su padre que no podían faltar a la fiesta. Él, quería ser parte del mar de gente que asista al primer encuentro futbolístico de su combinado nacional en Lima. Jackson, quería asistir al albor de la llamada ‘Era Markarián’.

En las rúas, jóvenes, adultos y ancianos dialogaban entre sí sobre la llegada de un mago. Un hechicero que era llamado a cambiar el sello fruncido en la cara de los peruanos amantes del deporte rey. Jackson luego de hacer algunas maromas, se escabulló y logró meterse entre las demás personas para comprar su periódico favorito. Cuando lo tuvo entre manos, exclamó ¡Hoy juega Perú, hoy jugamos todos! Un señor golpeado por los años, espigado y con la barba muy crecida lo interrogó. “Muchacho, ¿Sabes desde cuándo que no decimos presente en una Copa del Mundo?”. Jackson sin pensarlo y de golpe respondió “29 años y 9 meses” El tiempo andante dijo: “¡Bien! Entonces ¿Por qué esa fe con la ‘blanquirroja’. Tú, que no la has visto nunca en un mundial? El muchacho sin temor y con varias décadas menos, lo ilustró: “Mi selección es un sentimiento inexplicable, es la representación de mi país en el deporte más popular del mundo. Gane o pierda, siempre estaré arengando por ella y aun afónico, mi garganta se sublevará para gritar un gol”. El hombre pasmado solo atinó a asentir con la cabeza y se marchó.

De regreso a casa, Jackson encontró en su escritorio dos entradas para el cotejo de la tarde. Su padre había cumplido. El muchacho abrió su ropero, retiró la desteñida camiseta rojiblanca que allí se encontraba y se la puso raudamente. Sacó una estampilla del Señor de los Milagros y con un imperdible se la colocó en el regazo. Era católico. Además, la procesión del Cristo Moreno saldría 10 días después en un nuevo periplo.

Las perillas del reloj se durmieron en el cuatro. Jackson, ansioso, esperaba a su padre en la sala mientras dialogaba con su madre de fútbol. La señora solo atinaba a hacerle preguntas que el muchacho sorteaba con certeza y buen tino. El timbre se estremeció. El padre había llegado. Jackson lo abrazó y salieron a galope. Subieron al auto y emprendieron la marcha al coliseo. Solo tardaron veinte minutos, vivían cerca y el poco tráfico de esas horas no se sentía con el colorido de las banderas que adornaban algunos vehículos y el tinte bicolor en las mejillas de muchos compatriotas.

La hora finalmente llegó. Era el instante que Jackson había estado esperando. Desde que abrió los ojos, no había hecho otra cosa que pensar en esa cita multitudinaria con su nación. Por fin conocería al hechicero, al brujo, al mago. Aquel personaje de frondosa cabellera que había logrado la hazaña de colocar al club Sporting Cristal en el segundo lugar de América, haciéndolo subcampeón del certamen de clubes más imponente de nuestro continente. Había alegrado a una muchedumbre sedienta de triunfos y alegrías, que vivía los rezagos del terror solo 4 meses después que liberaran a los rehenes de la Embajada de Japón en 1997 en el gobierno de Alberto Fujimori.

El glorioso himno nacional retumbó en las graderías. Jackson, su padre y los casi diez mil aficionados coreaban cada estrofa como la oración de cada día, mientras la bandera peruana, trémula en los aires, bailaba con mesura y osadía al ritmo del “Somos libres”. Minutos después que el hombre de negro diera el silbatazo inicial, los veintidós jugadores empezaron su desplazamiento al ras del césped. Jackson y su padre entonaban con orgullo los diversos cánticos nacionales.  El muchacho a lo lejos vislumbró a un hombre de indumentaria informal y con mirada acechante. No podía ser otro. Aquel sujeto prominente era el ‘Mago’. Don Sergio Markarian.

El muchacho pidió prestado a su padre los binoculares que traían y lo escaneó por completo. Ese primer contacto con su ídolo, calaría para siempre en la mente de Jackson. En menos de 10 minutos el combinado peruano se impuso dos a cero a su similar de Costa Rica, el muchacho no podía estar más alegre. Estaba viviendo un sueño. Su día estaba siendo maravilloso, su selección era victoriosa y había logrado uno de sus sueños. Por fin, conoció al brujo.

El juez levantó ambos brazos y marcó el crepúsculo del encuentro. Perú ganó, la selección, última de Sudamérica, estaba desplegando chispazos de buen fútbol y, en muchas personas se empezaba a sembrar una fe ciega por el conjunto rojiblanco. El camino ya estaba iniciado, ya estaba marcado. Las miras estaban colocadas en el próximo mundial. Desde el banquillo nacional reposaba un sediento entrenador a quien todos los peruanos no paraban de vitorear. Jackson, jadeante, fusionaba su voz con los miles de peruanos, mientras batía las palmas y hacía volar su mente a universos paralelos. Su padre con dos palmadas en el hombro lo trajo de vuelta. Al salir del estadio, Jackson clavó su mirada al cielo, friccionó la estampilla del redentor y esbozando una sonrisa dijo: “Gracias, la magia, ¡Sí existe! Cerrado.

2 comentarios:

  1. Ayayaya... tremendo relato. No hay duda, eres hincha del "Mago". Ah!, pero eso sí, tienes que seguir con lo que pasó Farfán, Manco y Galliquio, no te quedes ahí nomás.

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  2. Muy bueno tu relato, tiene una buena estructura y las palabras que usas le dan mas expresividad. Al igual que Diego, te animo a que sigas escribiendo la continuacion. Vladimir

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