Once gritos mezclados al unísono, la autoridad vestida de negro alzaba los brazos y de un silbatazo entrecortado, proclamaba campeón a Uruguay por primera vez en su historia, en 1916 –mucho antes que existiera siquiera la primera copa del mundo- Desde entonces el antiquísimo torneo sudamericano significa mucho más que una disputa futbolística en países de nuestro continente. La justa, connota un choque de pasiones, un duelo de sentimientos y orgullos por el país que te vio nacer. Han pasado 95 años del cetro conquistado por los charrúas y hoy las expectativas se mantienen intactas. Sendos fanáticos esperan ansiosos una nueva edición del torneo continental de selecciones más antiguo y del mundo.
La competencia ya no se llama “Sudamericano”, ahora es “Copa América” a secas. Ya no son 10 las naciones que bregan con el afán de sostener el preciado trofeo de casi 15 kilos, ahora son 12 los países concursantes con dos curiosos invitados de continentes vecinos. Ya no se deja retazos de pantalonetas, pedazos de camisetas, trozos de medias o hasta las mismas muelas dentro del gramado, ahora los deportistas –en su mayoría metrosexuales- van tímidos a cabecear el balón por miedo a desarreglar sus costosos peinados.
Muchas cosas han cambiado desde la década del 10’, empero las esperanzas de los que van al estadio o de los que sentados frente a los televisores gritan intentando que al otro lado de la pantalla los escuchen. Están perennes y lo estarán cada tres años.
De campeones a campeones…
En la gloria, peruanos.
La gesta de 1975 tuvo un sabor especial. Perú llegaba de hacer una excelente campaña en el mundial de México 70’ y los que tienen más de 50 años pueden recordar la algarabía y la euforia que se vivió en calles limeñas, cuando mujeres embarazadas salían con olla y cucharón en mano vociferando la pegajosa polca del Perú Campeón: “Con Rubiños en el arco, la defensa es colosal, Gonzales Orlando La Torre, Nicolás Fuentes y Chumpitaz. Challe, Miflin y Cubillas y el gran ‘Perico’ León. Baylón y Alberto Gallardo, completan la selección”. Solo cinco años luego de la participación mundialista, la selección liderada por el técnico Marcos Calderón, quien perdiera la vida en el mar de Ventanilla en el fatídico accidente del Fokker de Alianza Lima en 1987, venció al rival de turno, hasta que tuvo en frente a Brasil. En Belo Horizonte con magia del ‘Loco’ Casaretto y Juan Carlos Oblitas, ganaron 3-1. En Lima la historia fue otra, los brasileños nos devolvieron la moneda y nos vencieron 2-0. El pase a la ansiada final se tenía que definir por sorteo. Cuenta la leyenda, que la nieta del presidente de la Confederación Sudamericana de Fútbol –que era peruano- tuvo que elegir la bolilla que tenía el nombre del finalista. Y apareció la ‘criollada’ peruana. Dicen que una de las pelotillas estaba helada, eso llevo a la niña a cogerla y llevar a Perú a la finalísima. Colombia nos esperaba, un hueso duro de roer. Ganamos 1-0 en nuestro terruño y caímos 2-0 en Colombia. Tuvimos que ir a un partido en terreno neutral. Así. Venezuela fue cómplice y testigo de nuestra segunda copa, al derrotar por la mínima diferencia a los cafeteros.
Año 2011, la tinta del libro sagrado se derrite y la historia se vuelve a escribir de nuevo. Llegó un hechicero sin capa ni sombrero de mago, pero con la esperanza de casi 30 millones de peruanos a cuestas. Y es que el fútbol –para los fanáticos- es un sentir que te puede aliviar dolores carnales, hacer olvidar tus problemas o simplemente relajarte. Un triunfo peruano revitaliza al país y hace ver con otros aires el día a día. Repito –para los fanáticos- ¿Cómo llegamos a Argentina? Nuestros mejores referentes, Juan Manuel Vargas, el ‘loco’ que pone de vuelta y media a su selección y bromea con la prensa está pendiente de un hilo. No se sabe si llegará al partido inaugural o si lo verá en la tribuna.